miércoles, 20 de marzo de 2013

MALA SUERTE EFRAIN



Ya terminaron, me duelen los ojos, los labios, me duele todo el cuerpo.  Hace unos minutos caminaba por el pasillo de casa buscando a mi perro, ahora me encuentro atado de pies y manos metido dentro de un frigorífico, no puedo gritar porque aparte de cortarme la lengua, me cosieron los labios con una aguja muy similar a la que usaba mi madre para hacer zapatos de cuero cuando yo era pequeño. La recuerdo bien por su grosor por su largura y por el tipo de hilo, cuero. Lo mismo han hecho con mis ojos,  coser los parpados, al menos no me los sacaron, imagínate la escena, si si, digna de película gore.

Al salir de casa tuve un palpito, un escalofrió, no se explicarlo. Tampoco hice caso, cuántas veces tenemos estas sensaciones, mil, un millón, yo que cojones sé.
Me llamo Efraín, un tipo normal, sin ningún acto destacable en mi vida, hasta el día de hoy claro. Bueno salía de mi casa con mi perro para dar el típico paseo aburrido, solitario y monótono de los domingos, lo de siempre, para qué cambiar de rutina. Después del paseo, comprar el periódico, un pincho y una caña en el mismo bar de siempre, por supuesto.
Ver a Rodolfa en toda su plenitud detrás de la barra. Qué mujer, si señor, de las que ya no quedan. Grande y robusta, vamos, de  pasar hambre no estaba, ni de quitarse de los placeres del buen yantar. Su voz fuerte y diligente, orgullosa, con mucho carácter y genio. Hay Rodolfa si estuvieses aquí para cantarles las cuarenta a estos pedazo de de………
no sé  ni cómo llamarlos.
Siempre recordaré mi primera y única cita con esa peedaso de mujer, y todo después de tan sólo tres meses de cortejo por mi parte. La cosa no terminó bien que digamos, un ojo morado, la camisa rota, mas un par de bofetones bien puestos, pero bien a gusto los recibí, fue como un recuerdo que uno se lleva cuando va de viaje. (Extraño viaje este en el que me embarcaron sin saberlo, menuda sorpresa), y aquí estas Rodolfa, grande, bella, en toda tu plenitud al ladito mío. Hoy no me esperes para tirarme un vaso desde el otro lado de la barra que tengo la sensación de que no voy a llegar.

Como iba diciendo, salía de casa con mi perro mamón, un tío majo, pasa de mí completamente pero en algunos momentos me da lago de cariño. No para de tirar con ansia, sabe dónde nos dirigimos y está como loco por llegar, alguna perrita caerá fijo, manda cojones, liga mas el perro que yo,  el, sólo con oler el culo a una perra durante un ratoooo y leña. Mientras él es libre, yo me siento en un banco, miro los árboles, a los transeúntes e imagino como sería mi vida si la cambiara por las suyas, en fin, divago largo y tendido sin ninguna prisa.
De la otra punta del parque me llega una ráfaga de frío, me estremezco con violencia cabalgando en un mareo  lisérgico. Miro de frente entre movimientos de cabeza, la madre que……  no sabía yo que el mundo girase tan rápido. Unos instantes después comencé a fijar mi vista en unosssshhs…..¿SERES? por decir algo. Demasiado feos para ser humanos pero a la vez su forma de moverse entre la gente era muy normal, todo vestidos de negro, desde los zapatos hasta la cabeza, la cual decoraban con unos pintorescos gorros, -“joderrrrr menuda pinta, estos de que nueva tribu urbana serán, este mundo sesh ta yendo a la puta mierda”-.
Por fin consigo reponerme del todo, esoshshs se sientan delante de mi en el banco del otro lado del parque, me miran, les miro, me siguen mirando, pues yo también, hablan entre ellos sin quitarme ojo, yo hablo sólo y no paro de mirarles, me pongo valiente y comienzo a descojonarme de sus feas caras, ellos lo mismo, se ríen todos a la vez. Después de un rato riendo estúpidamente me doy cuenta, ¡hostia puta!, mientras ríen creo escuchar una especie de conversación que fluye  pegada a las risas, “esos” parecen tener la capacidad de desarrollar varias voces diferentes. Entre gorgoteos pastosos henchidos de perversidad tramaban algo, si si. Sus voces comenzaron a entrar en mi cabeza, rápidas, casi imperceptibles pero dañinas como picaduras de avispa.
Por Dios que dolor de cabeza, miedo, eso es, es miedo lo que sentí en todo mi cuerpo, no logro entender con claridad lo que me dicen las voces que oigo. Quiero pensar que no son reales, ni lo que dicen es cierto.
Me quieren a mí, dicen que tengo que acompañarles por las buenas o por las malas, no tienen intención de dejarme, es su misión y nada podrá alejarles de su cumplimiento.

Sobre mi cabeza las nubes comienzan a oscurecerse, se está formando una tormenta, miro hacia arriba, el cielo ya no es azul,  se pinta de tonos grises y negros adquiriendo un aspecto amenazador.
Una gota, dos y de pronto un aguacero como nunca vi, en cuestión de segundos todo se convirtió en agua, la gente corría con la cabeza hacia abajo sin darse cuenta de estar completamente envuelta por una atmósfera acuosa.

Hace muchísimo frío, estará conectado el frigorífico, me querrán congelar para conservarme y comerme poko a poko, espero que sea así, la verdad,  es preferible morir congelado aquí solito tranquilamente que ahora me saquen para seguir torturando mi cuerpo., ¡no Efraín no! que clase de pensamientos son esos, no, no, noo.
Rápidamente miro hacia el banco en el que estaban aquellos seres, hombres, demonios, o lo que sea que fuesen. No están en le banco pero noto su presencia en todo el parque, la noto en todas las direcciones, se mueven entre la lluvia.
Mamón, donde esta mi perro, no lo veo, grito con fuerza su nombre mientras giro sobre el mismo eje, no tengo respuesta de ladridos, no lo veo, la fuerte lluvia  golpea mi cara con violencia impidiéndome abrir los ojos,  a duras penas puedo mantenerlos abiertos durante unos segundos. No desisto, continúo gritando su nombre mientras camino hacia el arbolado que hay final del parque. Regresan los siseos, pero esta vez no suenan dentro de mi cabeza, ahora vienen guiados por la lluvia y el aire, pasan rozando mi cara dejando mi rostro paralizado,  no puedo gritar los músculos de la cara no responden a mis ordenes, aprieto el paso hacia la arboleda, el torrente de lluvia cada vez es mas intenso.
Por fin, consigo llegar pero me doy cuenta de que mi idea no ha sido todo lo  buena que esperaba, realmente aquí debajo de las copas de los árboles la lluvia cae con menos fuerza, lo que me permite abrir los ojos y mirar todo a mi alrededor pero sigo sin ver a mamón.
En el suelo se empiezan a formar unos enormes charcos,  un  mar  se abre ante mí amenazadoramente, la arboleda que está en el punto mas alto del parque se convierte en una isla. Estoy jodido, no se si es verdadero lo que veo o son alucinaciones, en los charcos se mueven las figuras de estos seres, es como si dentro de ellos hubiese otro mundo, salen y entran rápidos como la luz, los siseos cada vez son mas frecuentes y molestos, no puedo soportarlo mas.
 Caigo de rodillas al suelo sujetándome la cabeza con las manos, grito todo lo fuerte que puedo para intentar librar mi cabeza de todo mal, es inútil, en cada gota de agua que cae por mi cuerpo hay un pedacito de estos seres.
Una presencia,  noto una presencia que se acerca, oigo como se mueve, oigo su voz áspera cada vez mas cerca, dice mi nombre una y otra vez.
 Se me caen los párpados, estoy muy cansado, no puedo mas, tengo muchísimo frío;  -duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá,…..- veo a mi madre cantando al borde de mi cama, me veo a mí acurrucado en las sabanas mirándola con cara de terror,¿ dónde miro? no dejo de fijar la vista sobre un punto de la habitación, vuelvo a ver mi rostro cada vez mas compungido y paralizado.
Noto movimiento fuera, intento gritar, -hijos de puta sacadme de aquí- Lo único que consigo es hacerme un daño atroz en los labios, acabo de recordar que los tengo cosidos. El ruido de fuera no cesa, las voces se entrelazan en una conversación acelerada y nerviosa sin ningún sentido para mi ya que no entiendo lo que dicen, ni siquiera se si la lengua que hablan es de este mundo.


Efraín que ves en el agua?, Efraín que ves, díme que ves?
-Que queréis de mi pedazo de mierdas?, que cojones queréis!,
-Tu cuerpo y tu alma, eres un ser sin moral, sin valores, sin metas ni aspiraciones, eres un simple recipiente que no merece el privilegio de tener cuanto le rodea.
-¿Pero qué? ¿Por qué?, nunca hice nada malo.
-Ni malo ni bueno, no lo ves, estás vació, eres energía desaprovechada.
Noto sobre mi hombro una mano que me tiene preso, desde ese instante sólo pude sentir pena, odio, melancolía, ganas de morir. Lágrimas de sangre caen por mi cara,  busco en mi cabeza imágenes agradables pero no encuentro nada, vacío, un inmenso paraje yermo ocupa mi ser.

-Mírame Efraín, miranosssssss Efraín, tienes miedo, siiiiiiiiiiiiiii, miedo-.

Levantando lentamente las rodillas del suelo me voy incorporando, sigue lloviendo con fuerza no hay nadie en el parque ni alrededores,  no me molesto ni en pensar gritar para pedir auxilio. Inspiro con toda la fuerza que puedo degustando por ultima vez el olor del césped mojado, de las hojas de pino y su corteza, inspiro entre lágrimas de sangre intrusas, estas llenan mi boca deslizándose hacia la garganta formando una cascada infernal.

Uno, dos, tres…………… No podría describir con exactitud lo que vi en ese momento, la muerte, al mismísimo Satán, a Dios, me vi a mí, como los vi a todos ellos.


Otra vez en el suelo pero esta vez tumbado de lado con la mirada fija en algún punto de la lejanía veo a mamón , nunca lo vi tan majestuoso, ladra como diciéndome
-oye no nos vamos?, no mamón, hoy empieza tu vida en solitario, lo siento amigo. Un aullido de despidida y fin de la historia entre mi querido amigo y yo.

Caigo en un sopor enfermizo y al despertar me encuentro aquí, metido en un frigorífico con los párpados y los labios cosidos, sólo puedo imaginar mil historias sobre mi final, no puedo desahogarme gritando pues se me ha denegado ese “privilegio” cosiéndome los labios. Sigo escuchando ruidos fuera, sus voces antes alteradas e inconexas van tomando cada una un papel definido aunque no se decir cuál es el de cada una.

Cuanto tiempo llevaré metido aquí, cuanto habrá pasado desde que me desmayé en le parque y vi por última vez a mamón, se habrá dado cuenta alguien de que no estoy, volveré ha ver a Rodolfa, cuánto me quedará de vida…………………



Pasa el tiempo sin avisarnos, sin decirnos lo que tenemos o no tenemos que hacer, nos observa sentado desde su trono, juega con nosotros pues el sabe todo cuanto hay que saber.

  

FIN



jueves, 7 de marzo de 2013

EL MOTEL DE LOS MALDITOS



Trágico declinar de las estivales horas, una sombra amenazante se cierne sobre mi persona. Escrutando la solitaria estancia con hilo musical de ascensor recuerdo aquellos días de aciago libertinaje, de noches interminables, de días desquiciantes en los que intentaba buscar un instante para descansar mi maltrecho cuerpo después de tan arduas horas dedicadas al trabajo agotador y al exaltado ocio nocturno que ocupaban mis días y noches interminables.
Que rápido se sucedieron aquellos años de los que pocos recuerdos albergo debido a mis excesos. Y ahora, como en un lago, mi vida se ha quedado en una inquietante calma, esperando que algo nuevo suceda, intentando responder a preguntas que no tienen respuesta.
Languidezco en soledad, no queda por lo que quiera regresar a mi hogar, no queda nada a lo que aferrarme. 

Contagiosa apatía que merma mi conciencia, practicando una sesión que me lleva a un final atróz y a una inexplicable tragedia shakespeariana.

Todo ha cambiado repentinamente, tal vez en uno de mis desmayos el tiempo, los acontecimientos no han esperado y me encuentro en una cuerda floja, me encuentro ante un futuro incierto donde todos aprobechan aquellos momentos que brinda la vida dejándome atrás en un paraje yermo, saqueado y repleto de fantasmales ecos.

Hace calor, un insoportable calor... En la calle el aire es abrasador y yo me resguardo en esta sucia habitación situada en la carretera que lleva a ninguna parte.

Ya nada importa, ese calor parece haber secado la vitalidad que movía mi corazón, dejando paso a la aridéz y a la desolación que debastan cualquier resquicio de deseo por seguir viviendo tan triste existencia privada de cualquier sentido.
Solo unos hilos de luz atraviesan la vieja persiana que mantengo bajada y que dejan distinguir la forma de los objetos que amueblan este insalubre agujero infesto.

Sentada en el sucio colchón que reposa sobre el enmoquetado suelo y que me sirve de cama pienso; intento encontrar algún sentido a todo esto, pero solo hay una fría oscuridad que inhunda mi ánimo, sólo la muerte surge cual brillante respuesta a esta insustancial existencia que llevo.
Botellas vacías se acumlan a mi alrededor; colillas que desprenden su rancio hedor a tabaco que impregna la habitación.

Hay gritos, hay golpes en la estancia contigüa; un portazo precedido de unos apresurados pasos que cruzan el pasillo con aire de enfado. Ahora el silencio... Escucho un femenino y debil llanto desesperado en la habitación de al lado. Bienvenidos al Motel de los malditos, de las almas atormentadas que se pierden y no encuentran salida a este infierno en vida...
Ese pequeño objeto brillante que reposa sobre una destartalada mesilla me sonríe con su afilado filo metálico.

Abúlicos momentos en los que el reloj se convierte en un inutil objeto, las horas se han detenido, la rutina de la pereza depresiva pesa en la mente dando paso a la nada que nos corroe.

El llanto... ya ha pasado, unos pasos de pies descalzos amortigüados por la moqueta se oyen tímidos y renqueantes en la habitación de al lado. Busco entre las botellas que me rodean alguna que contenga algo, alguna que no esté vacía y seca como mi alma. Encuentro una y termino esta de un trago que revuelve mi vacío estómago al notar el abrasador líquido abriéndose paso hasta mi interior...
Un golpe. Alguien se ha desplomado en la estancia de al lado. Silencio...

El bochorno hace que mi cuerpo esté empapado de sudor y mi ánimo se muestre estático. Demasiado perezoso, demasiado ebrio, demasiado reseco para que mi cerbro actúe imbuído por la curiosidad. Curiosidad... que palabra tan lejana y falta de sentido en estas últimas horas, en estos últimos días de dejadéz existencial.

Brillante sobre la mesilla, iluminada por un rayo solar que atraviesa las estrechas rendijas de la vieja persiana metálica espera mi siniestra decisión la cuchilla.

·  Necesito otro trago, busco por toda la habitación... No queda nada, solo el satinado vidrio de las vacías botellas... Busco la cajetilla de tabaco... También se ha terminado. Encuentro una colilla de un cigarro a medio fumar, la estiro con mis torpes dedos y la enciendo; la primera bocanada es repugnante, rancia, un reseco sabor a carbón alquitranado abnega mi paladar. Mi garganta está sedienta y mi mirada sigue clavada en el refrescante color, en el frío material y simpleza que conforman la cuchilla, la cual reposa con su amenazante sonrisa sobre la mesilla.

Mis sienes palpitan, mi cabeza grita... El dolor tortura mi cráneo, el exceso de alcohol está causando este agonizante dolor palpitante.

Cierro mis párpados, duele tanto... Duele... Me desmayo, caigo suavemente por el reconfortante pozo de la inconsciencia, caigo y deseo no vlver, deseo que siga este trayecto que mece mi cerebro acallando el dolor intenso de mi agotado cerebro.

Pasos apresurados que corren por el pasillo, sonidos de voces, sirenas de ambulancia, estridentes sirenas que penetran cual punzones y anzuelos dañándome a través de mis sensibles tímpanos martilleando, rasgando con atróz brutalidad mi cerebro.

Repentinamente me despierto, ha sucedido algo en la habitación de al lado. Solo quiero que se marchen, quiero dejar de oír ese nervante sonido de las sirenas... Voces, golpes, gritos...
Las sirenas se alejan, camino en círculos por mi estancia; camino... El mareo hace que mi estómago regurgite el alcohol consumido dejando ese desagradable sabor biliar amargo en mi boca. Necesito quitarme este sabor, necesito...
La cuchilla me mira, sigue fija mi mirada en ella; tan atractiva, tan manejablemente pequeña... Tan útil en este estado que me condena.

Es tan bella y simple que asusta saber lo que alguien puede conseguir con ella.
Busco mi ropa; busco las gafas de sol. Necesito un tubo de aspirinas y algo de alcohol para paliar este estado de desazón.

· Salgo de la apestosa habitación, el bochorno me abofetea haciendo que esté a punto de perder el conocimiento; llego a recepción y el hombre que se encuentra detrás del mostrador me para llamándome la atención. Lleva una camiseta de tirantes que debió ser blanca y ahora muestra una colección de estampados de todos los colores y sustancias que han ido quedando en ella a lo largo de los años. Suda prominentemente; en su calva, gotas de sudor surgen y se deslizan por su grueso y abotargado rostro grasiento hasta llegar a su barba mal cuidada. Sus brazos obesos están cubiertos de pelo hasta los hombros. Mi estómago... Ameznaza con una arcada disimulada. El recepcionista me cometa el suceso acontecido hace unos momentos con maligna morbosidad. Mis anónimos vecinos discutieron y pelearon; él se fué de la habitación y ella se tomó dos tubos de píldoras y al regresar su compañero sentimental, éste la encontró inconsciente en el suelo con los tubos de píldoras vacíos, uno en la mano y otro en el suelo, a parte, había montones de botellas vacías y medio llenas por toda la estancia -¡Vaya! la decoración de las habitaciones de este motel es muy similar (pienso yo)- y ella eligió ginebra para acompañar los secos y amargos comprimidos.

Con inquina y repugnate curiosidad el grotesco y edihondo recepcionista me pregunta si he oído o visto algo. Yo con mi común frialdad y tajante en mis ademanes contesto negativamente con un cortante gesto mientras continúo mi camino antes de que reanude su insustancial y morbosa conversación falta de interés a mi parecer.

El sol cruel astro salido del averno pone su incineradora garra sobre mí al franquear la puerta del odioso motel. Casi, a duras penas consigo andar los escasos metros que me separan del supermercado donde poder conseguir mis deseados vicios para seguir mi autodestrucción hermitaña en la que me he embarcado con inconsciente ilusión.

Vuelvo a mi oscura habitación manteniendo mi consciencia a duras penas debido al agotamiento povocado pr la falta de alimentos, los excesos y este calor que oprime y hace que el cuerpo pese como si estuviese muerto.

Noto un desagradable cosquilleo por todo el cuerpo, mi vista se vuelve borrosa... a punto estoy de caer de nuevo en un estado de letargo.
Abro una botella y bebo, arde mi cerebro... Vuelvo a despertar en un mundo paralelo, vuelvo a divagar entre ideas suicidas con sangrientas sonrisas de esparto. Ideas destructivas... Bebida... Otra pastilla... Mejor que sean cuatro y otro trago para que pasen mejor...
Esa cuchilla aparece en mi sudorosa mano, fría, tan refrescante, tan real, tan sencilla y mortal...
Es gratificante notar su tacto entre mis dedos... En la palma de mi mano.

Recuerdo aquellos extraños días en ls que me rodeaba de una multitud con la que pasar mis noches de vicio y excesos; recuerdo que la soledad era igual que ahora mayor. Gente vacía, gente sin alma que bailaban su propia danza mortal.
Nada que decir, nada que compartir, solo los problemas me hacían compañía cuando la realidad me golpeaba con brutalidad despertándome de mi artificial sueño.
Paraísos artificiales y artificiosos, infiernos enloquecedores, viajes astrales, sufriendo un colapso en otra sala de urgencias...

Aquellos dulces rostros se volvieron hermosamente tristes con los años, aquellas amargas lágrimas derramadas por mi actitud animal, por mi egoísta personalidad trasnochada y apática... Se fueron, lucharon cuanto pudieron, me quisieron y yo les volví la espalda arrogante en mi ignorancia. Arrepentimiento, ya es demasiado tarde para eso, ya solo queda un pozo abyecto donde hubo un manatial de agua cristalina y pura. Demasiado tarde para decir lo siento, cuando ya no queda nada en mi interior. Nisiquiera sé si fué real, nisiquiera recuerdo cuándo empezó todo este círculo de autodestrucción gratuíta que tanta repercusión tubo en su trágico momento. Una pandemia sentimental, arrasada por una estúpida personalidad.

Ya está; su gélida caricia que abre suavemente mis venas... Ya sale... Escalofrío mortal que arranca un suspiro placentero de mis agrietados labios resecos.

Con violencia mi puerta es abierta y entra el recepcionista acompañado de una grotesca comitiva... Entran una pareja de grandes ojeras y pálida tez, unos niños demasiado delgados y amoratados... Detrás , una novia ensangrentada; una mujer obesa con un bebé; un señor de bigote con un maletín, en su cuello una marca se ve... Y aquella chica tiene una gran mancha en el pecho de su vestido. Todos ellos me escrutan con una fría mirada en sus siniestras caras. Noto que estoy flotando... Una gran mancha de sangre se expande en la moqueta gris de mi habitación...
 

Aplausos sonrisas siniestras, macabras miradas muertas, voces lejanas...
Noto mi cuerpo tan pesado como mis cansados párpados. La muchedumbre extraña me rodea, esa gente... me resultan tan familiares sus rostros...
Los eternos habitantes del motel de las almas en pena, el Motel de los malditos, situado en el kilómetro del Infierno, en la carretera perdida del desierto.
No me había dado cuenta, ahora recuerdo todo... Qué atróz estremecimiento, qué aterradora sensación atormenta mi alma... Yo siempre estuve aquí; soy otro fantasma de este lugar olvidado y maldito asolado por el tiempo y los malos recuerdos de otra vida tragicamente vivida y violentamente segada.

Condenados a seguir reviviendo una y otra vez aquél último día de nuestras malogradas vidas, eternamente, día tras día, siglo tras siglo...
Soy una sombra atrapada en un corrupto limbo repleto de dementes alamas degeneradas, condenadas a repetir su trágico final para pagar por los errores cometidos.

Aquí solo se escuchan los ancestrales ecos de los gritos, de los disparos aislados; también se pueden ver las siniestras sombras de cuerpos ahorcados, torsos amputados que se arrantran por los pasillos, sangre salpicando el baño... Niños ahogados, golpes, llantos, psicóticas risas... Y esas sensación que embarga a los que entran... es el dolor que se filtra por cada rincón de este insano lugar de tormento y el terror reptante y viscoso iluminado por la plateada sonrisa que dibuja la menguante luna en la sardónica cara de la noche estrellada.
·         ¿Desean ustedes una habitación?...


miércoles, 14 de noviembre de 2012

MUJER SIN CORAZóN

Caminaba sola por la calle, de noche, muy de noche. Las hojas de los arboles, petrificadas sobre un manto blancuzco, oían sus tacones negros avanzar.
Mirada penetrante, en sus ojos negros se reflejaba la luna, tan redonda que daban ganas de aullarle.
La ciudad estaba oscura, la continuación no dejaba penetrar esos rayos lunares que iluminarían las aceras de aquella gran urbe llena de individuos sin nombre.


Tac, tac, tac, tac, el maravilloso sonido de aquellos carisimos zapatos de marca se detuvo, ella giró la cabeza hacia atrás desplegando su negra cabellera, intentando ver mas allá en aquella lúgubre calle. Parecía haber oído un ruido. Ella era valiente de día y una pobre princesita asustada de noche. Serian gatos, aquel sitio estaba plagado, ella los odiaba. Miró al frente de nuevo y siguió caminando. Estaba algo tensa y asustada, pero pronto llegaría a casa. Aceleró el paso, era raro, no veía a nadie, pero notaba como si alguien la siguiese. Se paró de nuevo, miró hacia atrás, otra vez, nada. Volvió a caminar, esta vez mas deprisa, no quedaba nada para llegar a casa, ahí estaría a salvo. Otro ruido, esta vez no se detuvo, tan solo miró hacia atrás unos segundos mientras seguía caminando. Acelerada ella, acelerada su respiración... El sonido de sus zapatos hacia tiempo que había dejado de sonar musical, ahora era nervioso, entrecortado.
De pronto, mientras caminaba con la mirada en su espalda choco con algo, giró la cabeza al instante, un muro cálido que exhalaba vapor le impedía el paso, era un hombre fuerte, corpulento. Ella se giró de nuevo e intentó correr volviendo a andar sus pasos, pero... ya era tarde, aquel hombre ya tenia su brazo cogido con fuerza y en la otra mano un cuchillo enorme, en el que se reflejaba aquella fascinante luna llena. Intentó zafarse y rasgó su cara con aquellas larguisimas uñas rojas, le había alcanzado el ojo, el hombre gritaba de dolor, soltó el cuchillo y se tapo la cara con la mano. Ella lo aprovechó, cogió el cuchillo y la pobre princesita asustada sonrió mientras se lo clavaba una y otra vez en el torso.
El hombre callo al suelo, desplomado, como un gran edificio al ser dinamitado. Ella se inclinó sobre aquel enorme cuerpo que aun exhalaba un hilo de aliento, hundió de nuevo el cuchillo en el pecho y lo deslizo suavemente hasta el comienzo del vientre, dibujando una t inversa al final del recorrido de la hoja. Cuidadosamente separó los pliegues de carne que desprendían vapor, penetró con sus manos en lo mas hondo de la cavidad torácica, saco el corazón y lo desprendió con un corte limpio del resto de vísceras.
Aquel hermoso corazón rojo, rojo como sus labios desprendía un vaho que nublaba la visión de aquella mujer, miro a la luna, sonrió y sus ojos se tornaron aun si cabe mas oscuros, casi sin fondo.
Saco una bolsa hermética de plástico, la abrió e introdujo aquel músculo recién privado de su palpitación. Guardó la bolsa de nuevo en su bolso y prosiguió su camino. Ahora el tac tac de sus tacones volvía a tener un ritmo musical.
Sonrió de nuevo y miró hacia atras, aquel hombre estaba ya rodeado de gatos, que como alimañas hambrientas engullian pedazos de carne cálida y humeante.