Ya terminaron, me duelen los ojos,
los labios, me duele todo el cuerpo. Hace
unos minutos caminaba por el pasillo de casa buscando a mi perro, ahora me
encuentro atado de pies y manos metido dentro de un frigorífico, no puedo
gritar porque aparte de cortarme la lengua, me cosieron los labios con una
aguja muy similar a la que usaba mi madre para hacer zapatos de cuero cuando yo
era pequeño. La recuerdo bien por su grosor por su largura y por el tipo de
hilo, cuero. Lo mismo han hecho con mis ojos, coser los parpados, al menos no me los
sacaron, imagínate la escena, si si, digna de película gore.
Al salir de casa tuve un palpito,
un escalofrió, no se explicarlo. Tampoco hice caso, cuántas veces tenemos estas
sensaciones, mil, un millón, yo que cojones sé.
Me llamo Efraín, un tipo normal,
sin ningún acto destacable en mi vida, hasta el día de hoy claro. Bueno salía
de mi casa con mi perro para dar el típico paseo aburrido, solitario y monótono
de los domingos, lo de siempre, para qué cambiar de rutina. Después del paseo,
comprar el periódico, un pincho y una caña en el mismo bar de siempre, por
supuesto.
Ver a Rodolfa en toda su plenitud
detrás de la barra. Qué mujer, si señor, de las que ya no quedan. Grande y
robusta, vamos, de pasar hambre no
estaba, ni de quitarse de los placeres del buen yantar. Su voz fuerte y
diligente, orgullosa, con mucho carácter y genio. Hay Rodolfa si estuvieses
aquí para cantarles las cuarenta a estos pedazo de de………
no sé ni cómo llamarlos.
Siempre recordaré mi primera y
única cita con esa peedaso de mujer, y todo después de tan sólo tres meses de
cortejo por mi parte. La cosa no terminó bien que digamos, un ojo morado, la
camisa rota, mas un par de bofetones bien puestos, pero bien a gusto los
recibí, fue como un recuerdo que uno se lleva cuando va de viaje. (Extraño
viaje este en el que me embarcaron sin saberlo, menuda sorpresa), y aquí estas
Rodolfa, grande, bella, en toda tu plenitud al ladito mío. Hoy no me esperes
para tirarme un vaso desde el otro lado de la barra que tengo la sensación de
que no voy a llegar.
Como iba diciendo, salía de casa
con mi perro mamón, un tío majo, pasa de mí completamente pero en algunos
momentos me da lago de cariño. No para de tirar con ansia, sabe dónde nos
dirigimos y está como loco por llegar, alguna perrita caerá fijo, manda cojones,
liga mas el perro que yo, el, sólo con
oler el culo a una perra durante un ratoooo y leña. Mientras él es libre, yo me
siento en un banco, miro los árboles, a los transeúntes e imagino como sería mi
vida si la cambiara por las suyas, en fin, divago largo y tendido sin ninguna
prisa.
De la otra punta del parque me
llega una ráfaga de frío, me estremezco con violencia cabalgando en un
mareo lisérgico. Miro de frente entre movimientos
de cabeza, la madre que…… no sabía yo
que el mundo girase tan rápido. Unos instantes después comencé a fijar mi vista
en unosssshhs…..¿SERES? por decir algo. Demasiado feos para ser humanos pero a
la vez su forma de moverse entre la gente era muy normal, todo vestidos de
negro, desde los zapatos hasta la cabeza, la cual decoraban con unos
pintorescos gorros, -“joderrrrr menuda pinta, estos de que nueva tribu urbana
serán, este mundo sesh ta yendo a la puta mierda”-.
Por fin consigo reponerme del
todo, esoshshs se sientan delante de mi en el banco del otro lado del parque,
me miran, les miro, me siguen mirando, pues yo también, hablan entre ellos sin
quitarme ojo, yo hablo sólo y no paro de mirarles, me pongo valiente y comienzo
a descojonarme de sus feas caras, ellos lo mismo, se ríen todos a la vez. Después
de un rato riendo estúpidamente me doy cuenta, ¡hostia puta!, mientras ríen
creo escuchar una especie de conversación que fluye pegada a las risas, “esos” parecen tener la
capacidad de desarrollar varias voces diferentes. Entre gorgoteos pastosos henchidos
de perversidad tramaban algo, si si. Sus voces comenzaron a entrar en mi
cabeza, rápidas, casi imperceptibles pero dañinas como picaduras de avispa.
Por Dios que dolor de cabeza,
miedo, eso es, es miedo lo que sentí en todo mi cuerpo, no logro entender con
claridad lo que me dicen las voces que oigo. Quiero pensar que no son reales,
ni lo que dicen es cierto.
Me quieren a mí, dicen que tengo
que acompañarles por las buenas o por las malas, no tienen intención de
dejarme, es su misión y nada podrá alejarles de su cumplimiento.
Sobre mi cabeza las nubes comienzan
a oscurecerse, se está formando una tormenta, miro hacia arriba, el cielo ya no
es azul, se pinta de tonos grises y
negros adquiriendo un aspecto amenazador.
Una gota, dos y de pronto un
aguacero como nunca vi, en cuestión de segundos todo se convirtió en agua, la
gente corría con la cabeza hacia abajo sin darse cuenta de estar completamente
envuelta por una atmósfera acuosa.
Hace muchísimo frío, estará
conectado el frigorífico, me querrán congelar para conservarme y comerme poko a
poko, espero que sea así, la verdad, es
preferible morir congelado aquí solito tranquilamente que ahora me saquen para
seguir torturando mi cuerpo., ¡no Efraín no! que clase de pensamientos son
esos, no, no, noo.
Rápidamente miro hacia el banco en
el que estaban aquellos seres, hombres, demonios, o lo que sea que fuesen. No están
en le banco pero noto su presencia en todo el parque, la noto en todas las
direcciones, se mueven entre la lluvia.
Mamón, donde esta mi perro, no lo
veo, grito con fuerza su nombre mientras giro sobre el mismo eje, no tengo
respuesta de ladridos, no lo veo, la fuerte lluvia golpea mi cara con violencia impidiéndome
abrir los ojos, a duras penas puedo
mantenerlos abiertos durante unos segundos. No desisto, continúo gritando su
nombre mientras camino hacia el arbolado que hay final del parque. Regresan los
siseos, pero esta vez no suenan dentro de mi cabeza, ahora vienen guiados por
la lluvia y el aire, pasan rozando mi cara dejando mi rostro paralizado, no puedo gritar los músculos de la cara no
responden a mis ordenes, aprieto el paso hacia la arboleda, el torrente de
lluvia cada vez es mas intenso.
Por fin, consigo llegar pero me
doy cuenta de que mi idea no ha sido todo lo
buena que esperaba, realmente aquí debajo de las copas de los árboles la
lluvia cae con menos fuerza, lo que me permite abrir los ojos y mirar todo a mi
alrededor pero sigo sin ver a mamón.
En el suelo se empiezan a formar
unos enormes charcos, un mar se
abre ante mí amenazadoramente, la arboleda que está en el punto mas alto del
parque se convierte en una isla. Estoy jodido, no se si es verdadero lo que veo
o son alucinaciones, en los charcos se mueven las figuras de estos seres, es
como si dentro de ellos hubiese otro mundo, salen y entran rápidos como la luz,
los siseos cada vez son mas frecuentes y molestos, no puedo soportarlo mas.
Caigo de rodillas al suelo sujetándome la
cabeza con las manos, grito todo lo fuerte que puedo para intentar librar mi
cabeza de todo mal, es inútil, en cada gota de agua que cae por mi cuerpo hay
un pedacito de estos seres.
Una presencia, noto una presencia que se acerca, oigo como se
mueve, oigo su voz áspera cada vez mas cerca, dice mi nombre una y otra vez.
Se me caen los párpados, estoy muy cansado, no
puedo mas, tengo muchísimo frío; -duérmete
niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá,…..- veo a mi madre cantando al
borde de mi cama, me veo a mí acurrucado en las sabanas mirándola con cara de
terror,¿ dónde miro? no dejo de fijar la vista sobre un punto de la habitación,
vuelvo a ver mi rostro cada vez mas compungido y paralizado.
Noto movimiento fuera, intento
gritar, -hijos de puta sacadme de aquí- Lo único que consigo es hacerme un daño
atroz en los labios, acabo de recordar que los tengo cosidos. El ruido de fuera
no cesa, las voces se entrelazan en una conversación acelerada y nerviosa sin
ningún sentido para mi ya que no entiendo lo que dicen, ni siquiera se si la lengua
que hablan es de este mundo.
Efraín que ves en el agua?, Efraín
que ves, díme que ves?
-Que queréis de mi pedazo de
mierdas?, que cojones queréis!,
-Tu cuerpo y tu alma, eres un ser
sin moral, sin valores, sin metas ni aspiraciones, eres un simple recipiente
que no merece el privilegio de tener cuanto le rodea.
-¿Pero qué? ¿Por qué?, nunca hice
nada malo.
-Ni malo ni bueno, no lo ves, estás
vació, eres energía desaprovechada.
Noto sobre mi hombro una mano que
me tiene preso, desde ese instante sólo pude sentir pena, odio, melancolía,
ganas de morir. Lágrimas de sangre caen por mi cara, busco en mi cabeza imágenes agradables pero
no encuentro nada, vacío, un inmenso paraje yermo ocupa mi ser.
-Mírame Efraín, miranosssssss
Efraín, tienes miedo, siiiiiiiiiiiiiii, miedo-.
Levantando lentamente las rodillas
del suelo me voy incorporando, sigue lloviendo con fuerza no hay nadie en el
parque ni alrededores, no me molesto ni
en pensar gritar para pedir auxilio. Inspiro con toda la fuerza que puedo degustando
por ultima vez el olor del césped mojado, de las hojas de pino y su corteza,
inspiro entre lágrimas de sangre intrusas, estas llenan mi boca deslizándose
hacia la garganta formando una cascada infernal.
Uno, dos, tres…………… No podría describir
con exactitud lo que vi en ese momento, la muerte, al mismísimo Satán, a Dios,
me vi a mí, como los vi a todos ellos.
Otra vez en el suelo pero esta vez
tumbado de lado con la mirada fija en algún punto de la lejanía veo a mamón ,
nunca lo vi tan majestuoso, ladra como diciéndome
-oye no nos vamos?, no mamón, hoy
empieza tu vida en solitario, lo siento amigo. Un aullido de despidida y fin de
la historia entre mi querido amigo y yo.
Caigo en un sopor enfermizo y al
despertar me encuentro aquí, metido en un frigorífico con los párpados y los
labios cosidos, sólo puedo imaginar mil historias sobre mi final, no puedo
desahogarme gritando pues se me ha denegado ese “privilegio” cosiéndome los
labios. Sigo escuchando ruidos fuera, sus voces antes alteradas e inconexas van
tomando cada una un papel definido aunque no se decir cuál es el de cada una.
Cuanto tiempo llevaré metido aquí,
cuanto habrá pasado desde que me desmayé en le parque y vi por última vez a
mamón, se habrá dado cuenta alguien de que no estoy, volveré ha ver a Rodolfa,
cuánto me quedará de vida…………………
Pasa el tiempo sin
avisarnos, sin decirnos lo que tenemos o no tenemos que hacer, nos observa
sentado desde su trono, juega con nosotros pues el sabe todo cuanto hay que
saber.