miércoles, 14 de noviembre de 2012

MUJER SIN CORAZóN

Caminaba sola por la calle, de noche, muy de noche. Las hojas de los arboles, petrificadas sobre un manto blancuzco, oían sus tacones negros avanzar.
Mirada penetrante, en sus ojos negros se reflejaba la luna, tan redonda que daban ganas de aullarle.
La ciudad estaba oscura, la continuación no dejaba penetrar esos rayos lunares que iluminarían las aceras de aquella gran urbe llena de individuos sin nombre.


Tac, tac, tac, tac, el maravilloso sonido de aquellos carisimos zapatos de marca se detuvo, ella giró la cabeza hacia atrás desplegando su negra cabellera, intentando ver mas allá en aquella lúgubre calle. Parecía haber oído un ruido. Ella era valiente de día y una pobre princesita asustada de noche. Serian gatos, aquel sitio estaba plagado, ella los odiaba. Miró al frente de nuevo y siguió caminando. Estaba algo tensa y asustada, pero pronto llegaría a casa. Aceleró el paso, era raro, no veía a nadie, pero notaba como si alguien la siguiese. Se paró de nuevo, miró hacia atrás, otra vez, nada. Volvió a caminar, esta vez mas deprisa, no quedaba nada para llegar a casa, ahí estaría a salvo. Otro ruido, esta vez no se detuvo, tan solo miró hacia atrás unos segundos mientras seguía caminando. Acelerada ella, acelerada su respiración... El sonido de sus zapatos hacia tiempo que había dejado de sonar musical, ahora era nervioso, entrecortado.
De pronto, mientras caminaba con la mirada en su espalda choco con algo, giró la cabeza al instante, un muro cálido que exhalaba vapor le impedía el paso, era un hombre fuerte, corpulento. Ella se giró de nuevo e intentó correr volviendo a andar sus pasos, pero... ya era tarde, aquel hombre ya tenia su brazo cogido con fuerza y en la otra mano un cuchillo enorme, en el que se reflejaba aquella fascinante luna llena. Intentó zafarse y rasgó su cara con aquellas larguisimas uñas rojas, le había alcanzado el ojo, el hombre gritaba de dolor, soltó el cuchillo y se tapo la cara con la mano. Ella lo aprovechó, cogió el cuchillo y la pobre princesita asustada sonrió mientras se lo clavaba una y otra vez en el torso.
El hombre callo al suelo, desplomado, como un gran edificio al ser dinamitado. Ella se inclinó sobre aquel enorme cuerpo que aun exhalaba un hilo de aliento, hundió de nuevo el cuchillo en el pecho y lo deslizo suavemente hasta el comienzo del vientre, dibujando una t inversa al final del recorrido de la hoja. Cuidadosamente separó los pliegues de carne que desprendían vapor, penetró con sus manos en lo mas hondo de la cavidad torácica, saco el corazón y lo desprendió con un corte limpio del resto de vísceras.
Aquel hermoso corazón rojo, rojo como sus labios desprendía un vaho que nublaba la visión de aquella mujer, miro a la luna, sonrió y sus ojos se tornaron aun si cabe mas oscuros, casi sin fondo.
Saco una bolsa hermética de plástico, la abrió e introdujo aquel músculo recién privado de su palpitación. Guardó la bolsa de nuevo en su bolso y prosiguió su camino. Ahora el tac tac de sus tacones volvía a tener un ritmo musical.
Sonrió de nuevo y miró hacia atras, aquel hombre estaba ya rodeado de gatos, que como alimañas hambrientas engullian pedazos de carne cálida y humeante.



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